

¿Cuál es el desafío?
«Bailar un vals» (y lo pongo entre comillas porque jamás he bailado un vals con alguien, así que el ridículo por mi parte estaba garantizado) con la que iba a ser, la futura esposa feliz de alguien, en su despedida de soltera.
Veréis, el verdadero desafío es hacer «algo que me saque los colores en la calle», así que el otro día paseando por la ciudad me encontraba bebiendo agua de la fuente y un par de chicas me preguntaron si podía bailar un vals con la futura esposa.
Era una competición donde alguna de sus amigas ganaría. Ellas dos me eligieron a mí…
En cuanto vi que me pidieron tal desafío puse cara de mimo y dentro de mí pensé «noooooooooooooo» 😱 de lo cagado que estaba.
Accedí con todo el miedo y rigidez que iban apoderándose de mi cuerpo.
¿De qué tienes miedo y por qué?
Miedo a sentir vergüenza, ansiedad social: hacer cosas vergonzosas es algo que me encanta hacer. Pero conmigo mismo, «controlando la situación».
Sin embargo, en cuanto entra otra persona en escena no puedo «controlarlo» y comienzo a sentir rigidez, vergüenza y quiero que la tierra me trague, vaya.
Y es frustrante porque no es la primera vez que me han sucedido este tipo de oportunidades y el precio que pagas es rehusar, seguir mostrando indiferencia y seguir en tu zona cómoda cuando podrías haber vivido una experiencia diferente. Y quién sabe, mágica incluso.
Porque la magia está ahí, fuera de la comodidad.
¿Qué tal ha ido la experiencia?
El cagómetro lo dice todo; en cuanto me pidieron realizar tal gesta el miedo me invadió por completo y mi ropa sacaba humo de la vergüenza que comenzaba a sentir… ¡y todo eso por imaginarme haciendo el ridículo!
Durante el baile la cosa mejoró y me encontraba más cómodo con la situación. Tuve que preguntar a las chicas como se baila un vals porque jamás he bailado un vals, ni tampoco el baile en sí (está apuntado en la lista).
Aunque en mitad del baile me notaba más rígido que un androide, al terminar el baile y despedirme, algo dentro de mi comenzó a cambiar. Una pequeña mecha prendió en mi interior.
Lo cierto es que después de todo me sentí muy bien. Me alegra haber improvisado algunas sonrisas en esa despedida y yo me sentí bien al enfrentar mi vergüenza social. Dos pájaros de un tiro. ¿Porqué no haberme atrevido antes?
La vergüenza es un buen mecanismo de defensa pero también un buen bloqueador de experiencias de la vida, aunque solo sea «bailar un vals con alguien desconocido/a», las pequeñas acciones pueden marcar como cualquier gran vivencia.
¿La clave?
Intentar hacer cosas nuevas solo puede darte cosas positivas. Llegará el día en que la vergüenza pesará menos que las emociones positivas en nuestra balanza emocional.

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