• Skip to primary navigation
  • Skip to main content
  • Skip to footer

Mauri Beltrán

  • CONTACTO

18 – Esquiar en un lugar paradisíaco y hacer una pista «doble diamante negro»

febrero 24, 2025 por Mauri Beltrán Leave a Comment

Esta nueva aventura nos ubica exactamente en el mismo momento del anterior medio descrito.

Es enero de 2023 y me encuentro Canadá. Después de envalentonarme y coger un avión para cruzar un océano, llegué a un lugar muy conocido por ser uno de los mejores lugares del mundo para practicar el esquí. El pueblo al que me refiero es Whistler, un lugar de ensueño ubicado en plena Columbia británica.

Mi padre me enseñó a esquiar cuando era pequeño a mí y a mi hermano, y de vez en cuando hemos ido a algunas pistas de Cataluña y Andalucía.

Ahora me encontraba en Whistler y me dijeron que esquiar en blackcomb era un «must» absoluto, y cuando me di cuenta de dónde me encontraba y la magnitud del lugar, (considerado una meca para deportistas) fue cuando realmente quería esquiar allí e intentar hacer una pista verdaderamente difícil.

Una cosa muy graciosa que sucedió el día anterior a esquiar, fue cuando estaba bromeando con mi pareja (de aquél momento) en un parking subterráneo. Ella estaba en su coche tratando de sacarlo de la plaza y yo fingí que ella me había atropellado el pie, saltando a la pata coja mientras me agarraba el otro pie con mis manos y gesticulaba de dolor. Pues bien, en uno de esos saltos, mi pie derecho se torció como nunca y pude llegar a sentir el suelo con el tobillo al doblarse el pie. Ahora si gesticulaba de dolor real, y se me inflamó el pie. Fui a esquiar pese al dolor.

Aunque tengo algo de experiencia esquiando y es un deporte que, no se me da mal, Whistler Blackcomb era completamente diferente a lo que estaba acostumbrado a ver en España.

Whistler Blackcomb

Y es que me encontraba en un paisaje enorme, con multitud de pistas y sobretodo rodeado de un paraje completamente natural. ¿El resultado? Un montón de pistas accesibles para todo el mundo, y también, verdaderos retos para los expertos esquiadores. Incluso había lugares no señalizados en los que atravesarás nieve virgen y obstáculos que naturalmente están presentes y debes sortear.

Honestamente, yo no estaba acostumbrado a esa clase de lugar, pues estoy más habituado a ir por pistas señalizadas y bien demarcadas. Y aunque he hecho pistas negras, tengo que admitir que tampoco son comparables las pistas negras de aquí que las de allá. Más aún decir que por encima de las pistas negras, están las «doble diamante negro», que serían como las extremadamente difíciles. Nunca hice una doble diamante negro.

Me acompañaba mi pareja, y ella era instructora de esquí. Yo alardeaba frente a ella de que era bueno y esperaba sorprenderla, sin embargo, estaba equivocado. Mi nivel no estaba ni a la mitad de los buenos esquiadores.

Ella me llevó por pistas completamente naturales y salvajes, con un terreno muy irregular que yo jamás me había enfrentado. Un terreno con nieve polvo bien abundante y unos «bumps», como unas burbujas de nieve en el terreno, y que te obligaban a recalibrar tu postura constantemente. Ella iba como pez en el agua, yo iba poco a poco, aunque creo que di la talla.


Unas horas más tarde y después de probar algunas pistas, vino el verdadero reto. En España las pistas difíciles a las que he ido normalmente accedes a través de un telecabina, un telesilla o un monosilla. En Whistler, coges también telesilla pero te deja en un punto donde debes quitarte los esquís, cargarlos a la espalda y caminar cuesta arriba para llegar al punto de salida. Una vez arriba es donde te vuelves a ponerte los esquís.

Era una pista doble diamante negro. Habíamos subido un buen trecho con los esquís a cuestas y estábamos prácticamente solos. Recuerdo muy bien la altura del sitio y los «warnings» bien vistosos dejando bien claro que se trataban de pistas reservadas para gente verdaderamente experta.

Estaba acojonado, por la altura, el viento que me empujaba al vacío, y tener que ponerme los esquís en un espacio reducido donde, si das un traspié, ya vas directamente hacia abajo. El espacio era bien reducido y la pendiente era bien pronunciada, con muchos obstáculos en el terreno.

Aún así, confiaba en mí y también en ella, porque me vio con el nivel suficiente para hacer ese tipo de pista.

Tardé un par de minutos en «lanzarme». Tenía miedo de lo que pudiera pasar. Un accidente en Canadá me iba a costar mis riñones, o temía que incluso pasase algo peor. Muchas veces en lugar de ver las cosas buenas, lo positivo, me centro en lo malo que puede pasar.

No obstante, soy perro viejo en eso de pensar de forma negativa y en este punto de mi vida he mejorado en alto grado este tipo de mentalidad, sobretodo a la hora de acometer aventuras o desafíos físicos.

Mi formación y posterior trabajo como especialista de cine también me ha ayudado mucho a superar mi umbral de miedo, especialmente para cosas de este estilo, físicas. Gracias a ello, no sólo veo las cosas más accesibles, también las veo desde un punto de vista desde el respeto, mas no desde el puro y extremo miedo.

Y todo ello ha repercutido muy positivamente en aquellos desafíos físicos que tanto me gusta hacer.

Así que, sabía que en esos momentos si el miedo se apoderaba de mí, estaría completamente rígido, sin movilidad, y eso no es nada bueno, tiende a hacer que te caigas mucho más fácil. Necesitaba que mi cuerpo respondiera, ya que tenía que hacer un pequeño salto para comenzar a esquiar esa pista. Tampoco nunca antes había tenido que «saltar» para comenzar a esquiar una pista.

Así que respiré profundamente, hablé para mis adentros y me dije a mi mismo que tenía la capacidad suficiente para poder moverme por ese terreno con soltura. Pude sentir perfectamente que mantenía el miedo a raya y finalmente me tiré.

Esta es la única grabación que tengo de aquél momento. Yo estaba abajo.

Tengo que añadir que los esquís de alquiler que me dieron en la tienda no eran cómodos y no me inspiraban mucha confianza, pero pude desenvolverme con ellos en esa pendiente tan pronunciada y con esas burbujas de nieve, pero que al mismo tiempo eran consistentes y sólidas. Constantemente tenía que variar mi cuerpo, inclinarme, subir y bajar el centro de gravedad, girar rápido los esquís en una dirección a otra, todo para adaptarme y poder bajar sin caerme.

Logré ir bajando, al principio iba muy despacio y frenaba con mucha cautela. Un rato después, cuando vi que iba todo bien, me solté un poco más y pude coger algo de velocidad, mientras que iba deslizándome y pasando a través de los obstáculos que había por el camino.

Una enorme descarga de adrenalina para finalmente llegar a la estación de esquí. Me sentí muy fuerte, aún con el dolor que tenía en el tobillo de la caída en el parking del día anterior. Había superado mis propios umbrales, y lo más importante, había mantenido mi sensación de miedo a raya, sin dominar mis capacidades, sin alterarme, sino que, de alguna forma, me ayudó.

Filed Under: #50PrimerosMiedos

About Mauri Beltrán

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Redes Sociales

  • Facebook
  • Instagram
  • YouTube
  • Facebook
  • Youtube
  • Instagram
  • Aviso Legal

Copyright © 2025 Log in