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Mauri Beltrán

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16 – Emprender un negocio

febrero 13, 2025 por Mauri Beltrán Leave a Comment

¿Cuál es el desafío?

Ser mi propio jefe.

¿De qué tienes miedo y por qué?

Miedo a elegir un proyecto, y a mitad del proceso, cambiarlo por otro y «tirarlo todo por la borda».

Miedo al que dirán, a las opiniones negativas.

Miedo a no saber decidir elegir una única cosa, en lugar de interesarme por tantas y tantas.

Miedo a fracasar, a que las cosas no salgan bien, o peor, salga peor parado a cómo empecé.

Miedo a que te pueda absorber tanto tu trabajo que dediques tu vida y tu salud a tu trabajo y gastes todos los cartuchos de la edad en tu proyecto.

¿Qué tal ha ido la experiencia?

Permítanme explicarles de antemano, que este miedo al que me he enfrentado, he de decir que no va estrictamente en consonancia con la lista «50 Primeros Miedos», pues previamente al haber diseñado esta lista, ya había tratado de emprender en más de un momento. Sin embargo, muchos miedos no desaparecen cuando les ves la cara.

Algunos te acompañan durante un largo proceso como en este caso, y es que, como si de una escalera se tratase, al ir enfrentándome a mi mismo y tratar de emprender, representa ir subiendo peldaños, que a su vez, se presentan nuevos y diferentes retos en el largo camino de emprender un negocio.

Por lo tanto, cada vez que he tratado de emprender, el hecho de plantarle cara a cada miedo, ha logrado que haya ido subiendo peldaño a peldaño, no sin antes poder atisbar un nuevo temor, más grande y sofisticado.

Así que para ponerte en precedentes, quisiera comentar que desde los 19 años he tratado de emprender. Algunas veces con mejores resultados, otras, se han quedado en meras ideas o como mucho en versiones beta que no han sido testadas por el público. No obstante, a cada intento, debo reconocer que he puesto en «jaque» a mis propios terrores en cuanto a crear un negocio y me he ido redescubriendo a mi mismo, superando mis propios límites y expandiendo mi mentalidad a cada intento, y por ende peldaño, que he ido subiendo. Porque en esto de emprender, algunas veces de forma interrumpida y otras no, llevo unos 10 años en el camino.

Antes de crear esta lista, ya había probado el emprender un proyecto y después de diseñar «50 primeros miedos» he vuelto a intentar poner en marcha nuevas ideas, y con ello, nuevos miedos que voy a tratar de plasmar aquí. Aunque necesitaría una serie de post’s si quisiera explicar en detalle todos los aprendizajes que he recibido a la hora de montar ideas de negocio.

Introducción

Aquí te muestro, a grosso modo, cómo una persona excesivamente dubitativa pero con algo de coraje, ha intentado, y sigue haciéndolo, enzarzarse en el mundo del emprendimiento a través de un farragoso camino. Pero si tuviera que resumir todo este post en un par de frases, te diría que gracias a estos años de «intentarlo» he adquirido un aprendizaje inigualable, que mi mente y mi corazón han evolucionado a límites que ni siquiera yo podía imaginar y la experiencia que he adquirido me ha dado la mentalidad y la templanza necesaria para entender que un proyecto (o llámese negocio) requiere de disciplina, de constancia, y de una serie de valores que nunca aprendí, y los aprendí «intentándolo» una y otra vez.

Y creo fervientemente que esta última afirmación que he hecho, da lugar a mayores posibilidades de que un proyecto empresarial progrese más aún si comparamos la transformación que he ido teniendo desde los 19 años hasta los 29 que tengo hoy en 2025.

Este ha sido mi proceso, y de alguna forma estaba escrito. Podría haber acortado años o alargarlo, pero la cuestión es que ese ha sido mi tiempo para ser la persona que soy ahora, pese a que aún me falte mucho, porque no tengo duda de que cuando muera de viejito (que ojalá sea así) aún seguiré aprendiendo y creciendo como ser humano, y por ende, en el emprendimiento también. Al final, cada persona tiene su tiempo, su progreso y su proceso. Es personal e intransferible.

Este es mi camino en el mundo del emprendimiento, un camino no exento de miedos y que con cada nuevo intento he desbloqueado nuevos y tenebrosos pensamientos negativos y catastrofistas. Por ello lo incorporo a esta lista.

Y ahora pongámonos en contexto

La idea de convertirme en mi propio jefe siempre estuvo ahí. Tenía diez u once años cuando empecé a hacer mis primeras y pequeñas transacciones. Me colocaba en el banquito de la plaza del pueblo y llevaba objetos y artilugios que no se utilizaban en la casa junto con algunas cosas que compraba en un «todo a cien» para después revenderlas.

Entre otras cosas también, colocaba carteles en la calle postulándome como «paseador de perros» y hacia cualquier otra cosa que se me ocurriera para ganar unos euritos y sentirme mi propio jefe. Me gustaba jugar a «tendero» con mi hermano mientras cada uno montaba su propio escaparate.

Todo lo que fuera hacer «cash» con cualquier idea, realmente me gustaba. Siempre me inspiraba la serie de animación «Ed, Edd y Eddy» donde unos niños se dedican a hacer todo tipo de negocios con tal de ganar algunas monedas y comprar megachuches. Pues ahí estaba yo, el cuarto integrante de esos niños, «Mauri».

Querido amigo y amiga, prepárate y ponte cómodo/a para el siguiente y largo relato, pues el miedo de «emprender» lo he enfrentado en múltiples ocasiones, con diferentes resultados y bastantes lecciones aprendidas. Quizá, en algún punto te puedas llegar a sentir identificado/a, y ojalá puedan ayudarte de alguna manera las siguientes historias, y a la postre, lecciones que aprendí y que te voy a contar en los siguientes párrafos.

El año en que empiezo a pensar seriamente en emprender una idea

Pese a ir «jugando» con la idea de hacer algún negocio en la adolescencia, no es hasta que estudiando mi carrera universitaria decido poner en marcha mi primer proyecto real.

Tenía diecinueve años, y mientras cursaba mis estudios, me sentí atraído por el mundo del marketing digital, o en otras palabras, a crear páginas webs y generar ingresos con ellas.

Recuerdo hacer búsquedas en google como «ideas de negocio con menos de 100 euros», y es que, apenas tenía unas tristes monedas para crear alguna idea de negocio, porque mientras estudiaba pretendía poder sacar algún adelante algún pequeño proyecto que me ayudara a costearme la vida.

Mientras estudiaba, estuve formándome todo lo posible en aspectos como el diseño web, el SEO, el SEM, las páginas nicho y un largo etcétera de tecnicismos relacionados con el campo, mientras que en mis estudios universitarios renqueaba, pues por un lado dedicaba mi tiempo libre a formarme en negocios digitales, y por otro, estaba pasando por una profunda y larga época oscura en la que mentalmente estaba realmente mal, pero esto último no es necesario escribirlo aquí, seguramente en otro «miedo de la lista» lo abordaré en profundidad en profundidad.

Mientras aprendía creé mi primera página web, mi primer pequeño proyecto, con intención de crear una web de reviews de productos y hacer enlaces de afiliado. La web se llamaba «Ofertas Calidad Precio» y pretendía competir con algunas webs que en aquella época eran de reciente creación también y que contaban con un rápido crecimiento. Estas eran las famosas páginas que recomendaban «chollos» como «blogdechollos».

El logotipo de mi primer proyecto. Un blog de chollos que ponía en la web para que las personas pudieran encontrar cosas rebajadas de precio, y a cambio, yo me llevaba una comisión por venta referida.



(Ahora, en la práctica, la afiliación está en todas partes y donde más fácilmente se puede ver es con los propios periódicos digitales que siempre te están diciendo «esta semana puedes encontrar este gadget con pulsómetro rebajado…», en realidad, son enlaces de afiliado que coloca el propio periódico y con ello gana un dinero por comisión de venta.)

Sorprendentemente generé algunos euritos con mi primera web, pero nada en comparación a «los peces grandes» con los que siempre me comparaba. Yo lo que quería era que en menos de dos meses, montarme en el taco y tener mi sueldecito de 3000€ al mes. Qué ingenuo era… era un chiquillo.

Evidentemente ese objetivo era prácticamente imposible de lograr, y sobretodo, me generaba mucha ansiedad pues en lugar de trabajar día a día, con constancia y disciplina, mi primitivo cerebro hacia que me enfadara y hacerme tirar la toalla, ya que no lograba crecer tan rápido a como lo hacía la competencia.

Aún, no había aprendido que la gratificación instantánea era el enemigo número uno de un objetivo a medio-largo plazo. Y yo lo que ansiaba, era precisamente eso, gratificación instantánea.

La web la mantuve por un año, pero a los pocos meses dejé de crear contenido en ella. No obstante, el hecho de crear «Ofertas Calidad Precio» me enseñó unas cuantas lecciones, ya que era la primera vez que enfrentaba seriamente el miedo a emprender pues contaba con un proyecto real, y con ello, obstáculos mentales que debía conocer y pasar por encima.

Algunas de las lecciones fueron:

1º Hagas lo que hagas, vas a obtener información valiosa que, de alguna manera, te va a ayudar para lo siguiente que vayas a hacer.

2º En el momento que te comparas con los demás, creyendo que van más rápido que tú o que de alguna forma son mejores que tú, te adentras en un camino de sufrimiento que es muy difícil de sobrellevar. Cada persona o proyecto tiene su propio camino de recorrer y es completamente diferente a cualquier otro. La carrera es contigo mismo, no con los demás. Porque al final, somos el resultado de lo que pensamos, cómo actuamos y qué creencias son la que nos mueven, esa es la verdadera competencia, la de uno mismo.


3º Avanzar hacia terreno desconocido siempre genera miedo, incertidumbre y resistencia. Cuanta más resistencia encuentras en algo que quieres hacer con un fin, el que sea, económico, laboral, espiritual, más significa que debes continuar con ello y seguir adelante.


4ª Emprender un proyecto, implica innegablemente encontrar problemas y obstáculos por el camino, ya sea un problema técnico, burocrático o de diseño. Siempre hay algo que va a tocarte los cataplines y que vas a tener que resolver. Forma parte del camino y lamentarse por ello o victimizarse solo entorpecerá la marcha.

Al año siguiente…

Dejé de lado «Ofertas Calidad Precio», mi primer proyecto, para tantear la idea de montar mi propio e-commerce de gafas de sol.

Encontré a mi proveedor, le puse el nombre a la marca y comencé a hacer mis pequeñas pinceladas de «branding» para trabajar la marca.

Tenía muy poco dinero ahorrado pero traté de negociar con el proveedor para hacer un pequeño MOQ (pedido mínimo).

Sin embargo, el miedo y la resistencia se apoderaron de mí y siempre encontraba maravillosas formas de frenarme a la hora de hacer mi primer pedido (que si tengo que hacerme autónomo, que no entiendo de números, no estoy preparado para montar un negocio, siempre hay imprevistos, la carrera…)

Al mismo tiempo que estaba gestando la tienda online de gafas de sol, ese mismo año, en 2016, también me apunté a un evento (que organizaba la escuela online por la que me formaba en marketing digital) que pretendía marcar el récord Guiness cómo evento de formación más largo de la historia emitido por internet en directo al alcanzar las 50 horas seguidas. Una maratón sobre formación en emprendimiento ininterrumpido durante todo un fin de semana y que tenía como localización la escuela de negocios Fundesem en Alicante.

Una imagen promocional del evento


En muchos de mis artículos siempre señalo que cuando algo me gusta, hago todo lo que tengo en mis manos, y si puedo más, con tal de poder seguir haciendo aquello que me gusta.

En esos momentos me encantaba el mundo del emprendimiento y del marketing digital, y poder asistir a ese evento era algo que me hacía mucha ilusión. Si bien es cierto que dicho evento estaba más destinado a que la gente lo viera desde su casa y no de forma presencial, yo quería ir por muchos motivos:

En primer lugar porque los profesores con los que inicié mi formación en marketing digital iban a estar allá, pues eran ellos los mismo creadores de dicho evento.

En segundo, sabía que iban a ir como ponentes los fundadores de Hawkers, la marca de gafas que todos conocemos y que quería conocer de primera mano su historia, pues yo quería crear también una marca de gafas de sol.

Por último, porque iban a haber decenas de ponencias igualmente interesantes y personas con las que podía hablar, presentarme, y quien sabe, sinergias que podrían aparecer.

Lo cierto es que no tenía apenas dinero para ir, pero pude pagar la entrada al evento y con ello mi cartera se quedó seca para el resto de cosas. Así que en lugar de irme a un hostal cercano, que era lo que hacían la mayoría de asistentes, opté por quedarme esas 2 noches en la misma universidad, haciendo vida allí y buscando lugares donde poder dormir sin llamar la atención.

Recuerdo dormir muy poco porque la gracia del evento era que durante más de dos días eran ponencias ininterrumpidas y yo quería perderme las menos posibles.

Conocí mucha gente y recibí consejos muy buenos, además, me hice amigo del vigilante de seguridad del centro con el que teníamos buenas conversaciones nocturnas. También, aunque yo era muy introvertido y tímido, poco a poco las personas que integraban el evento me iban viendo y reconociendo.

Llegó el momento de la presentación del equipo de Hawkers y nos contaron la historia de la marca en primera mano, como se gestó y cómo lograron hacer una colaboración con Steve Aoki, algo que, fue el punto de inflexión para ellos. Disfruté mucho viéndoles y aprendiendo de ellos, y me sorprendió ver que no fue una única persona su creadora, sino eran un equipo.

Es evidente que para sacar una idea adelante, en equipo puede ser muy positivo (en lugar de solo una) ya que si las personas que lo conforman están alineadas en valores y con la pasión de desarrollar algo, el porcentaje de éxito de una idea es mucho mayor. Siempre he sido muy solitario en ese sentido, y lo cierto es que deseaba poder contar con algún compañero/a con las mismas ganas que tenía yo de crear algo.

Ya habían transcurrido dos días del evento y el final se acercaba, no sin antes avisarnos de que había una sorpresa final, un premio reservado para alguien del público. Sorprendentemente pronunciaron mi nombre como ganador del premio. Yo no podía creerlo, mi primer premio y sin buscarlo siquiera. Estaba muy feliz y acojonado a partes iguales, ya que me hicieron subir al escenario y el hecho de que me vieran todas las personas que estaban allí me generaba mucha vergüenza.

El momento del premio
Una foto del evento World Quondos Récord 2016 con los ponentes.


Los organizadores explicaron el motivo de porque me dieron el premio y acto seguido me dieron muchos regalos; una tablet, unas gafas hawkers, accesos a cursos que eran bien caros y algunas cosas más que ya no recuerdo bien. Incluyendo una membresía anual de la misma escuela por la que me formaba, ahora ya no tenía que pagar mensualmente, tenía doce meses gratis. Se podría decir que el viaje «me salió a pagar» 😂

Estaba en una nube pero aún faltaba algo más. Un hombre me buscaba, quería hablar conmigo y como si de una película se tratara, nos sentamos en una mesa. El era propietario de una empresa famosa en el mundo digital.

Fue muy amable en todo momento y escucharle fue una experiencia enriquecedora, y para mi sorpresa, me dio su tarjeta con objeto de, quizá, poder obtener un empleo en su empresa.

Aquí fue donde, presa de mis miedos, nunca le llamé porque no me sentía válido para el tipo de trabajo que podía desempeñar en su empresa. Y es que, fuera válido o no, era evidente que había permitido que decidiera mi miedo en lugar de mí mismo, pues no costaba nada en hacer una llamada y ver qué podía salir de ahí.

También he de añadir que deseaba con toda mi alma poder comenzar a desarrollar un negocio por mi propia cuenta así que tome ese pretexto como «excusa o motivo de fuerza» para no hacer esa llamada, y con ello, ver qué podría haber pasado.

Meses después del World Quondos Record, decidí no continuar con la idea de las gafas de sol. Podría decirse que la indecisión y el miedo decidieron por mí y me vencieron.

Unos meses de reflexión y vuelvo a la carga

Tras ello, pasé unos meses invirtiendo el poco dinero que reunía en más formación hasta que el año siguiente, en 2017, decido emprender nuevamente, pero esta vez superando mi propio umbral de indecisión y doy un paso más hacia arriba en la escalera del miedo.

Me gustaba el marketing digital, así que decidí arriesgarme para montar mi pequeña agencia de marketing digital para empresas. Me enfrenté cara a cara con mis miedos y tuve que tomar decisiones que por aquel entonces consideraba arriesgadas.

Y es que convertirme en mi propio jefe, ello implicaba un fiel compromiso al trabajo y una disciplina férrea si quería progresar en esta nueva etapa.

Mis estudios universitarios iban cuesta abajo, y mientras tanto decidí (después de pensarlo y repensarlo) comprar un ordenador acorde al trabajo que iba a desempeñar en mi trabajo siendo autónomo.

Aunque en realidad no era necesario, me obcequé con ello, así que contraje mi primera «deuda», un MacBook Pro de más de 3000€, el tope de gama. Sin saber si el negocio funcionaria, en lugar de comenzar con algo más sencillo, me dejé seducir por el arte del marketing y los sesgos cognitivos, me compré la herramienta de trabajo que creía necesitar y durante 24 meses pagaba religiosamente las mensualidades del portátil al Corte Inglés.

También, como decidí ir en serio con mi agencia, necesitaba ingresos lo más rápido posible, así que durante unos meses trabajé como repartidor para Glovo al mismo tiempo que avanzaba en mi pequeño negocio. Me hice autónomo tanto para trabajar de repartidor como también poder dar servicios en mi nombre, así «mataba dos pájaros de un tiro».

Darme de alta como autónomo supuso «un antes y un después para mí» ya que eso significaba que iba en serio con la idea, además de pagar mis mensualidades como autónomo y tener que presentar todo el papeleo para estar al corriente con seguridad social y Hacienda. En cierto modo me horrorizaba la idea porque eso significaba tener que lidiar con cosas que me generaban dudas, cómo los modelos de IVA, las declaraciones, la contabilidad, poner precio a mis servicios, buscar clientes, ofrecer valor…

En definitiva, dar el paso a ser mi propio jefe significaba que tenía una moneda en la que una de las caras eran las ganas de poder trabajar en algo que me gustaba por mi propia cuenta, y en el otro lado, algo que me aterraba.

No quería cagarla o no lograr poder ganarme la vida o incluso cometer cualquier error con el Estado y ello significaran «problemas». En cierto modo, echaba mucho de menos la «normalidad» que ofrece ser asalariado, aunque como todo tiene sus pros y sus contras, lo cierto es que siendo autónomo tenía muchas mas inseguridades y estrés en la cabeza. Y esa moneda la lanzaba todos los días.

Todo esto que cuento, probablemente para muchas personas sea algo normal, sin embargo, y aunque no me sienta muy orgulloso de ello, para mí representaba un gran reto y realmente era algo que me aterraba, porque vivía con la incertidumbre de no saber si iba a funcionar mi proyecto. Y para una persona tan temerosa y ansiosa como era mi caso, era un caldo de cultivo para la preocupación constante (en lugar de coger esa energía y transformarla en resiliencia, creatividad o disciplina de trabajo duro).

Así que me encontraba con 20-21 años con dos trabajos, una carrera universitaria (y también las áreas de la vida que siempre están; pareja, amigos, metas personales, la habitación… y una mente que, como escribía al principio de este post, no se encontraba ni mucho menos, sana. No obstante, las ganas tan grandes que tenía de comenzar mi proyecto ensombrecían en cierto modo mis pequeños demonios interiores que se llamaban por un lado ansiedad, y por el otro, depresión. No obstante, el tema de la mente lo abordaré en otro miedo, pero considero también parte importante citarlos pues, para bien o para mal, han estado presentes estos años.

«Catapulta tus Ideas» fue el nombre de mi empresa. Comencé diseñando mi propia web y compré diferentes programas y herramientas para poder desempeñar bien mis servicios. Me especialicé en diseño web, creación de marcas y también posicionamiento local para empresas.

Uno de los folletos (Catapulta Tus Ideas) que repartía a las empresas que estaban en Sevilla ciudad

Por las mañanas me dedicaba a entregar folletos con mis servicios a los locales de Sevilla, pagando a Google Ads por anuncios carísimos para que clientes de otros lugares pudieran encontrar el enlace a mi web, y por las tardes, me encontraba repartiendo comida rápida con mi querida bicicleta, la que cruzó España conmigo y que está presente en los miedos de la lista «50 Primeros Miedos».

La universidad la fui dejando de lado hasta decidir finalmente que no podía continuar con la carrera. Escogí continuar adelante con la idea de crear mi propio trabajo y sacar adelante el proyecto.

Asistía a todo tipo de eventos de emprendedores para poder dar a conocer mis servicios e incluso llegamos a crear un equipo con dos chicos más que también estaban especializados en diseño y marketing digital, sin embargo, al poco tiempo decidimos separarnos.

Una imagen de la web Catapulta Tus Ideas


Era evidente que el mundo de las startups y el emprendimiento me gustaban, y es que, siempre he querido crear un proyecto con la finalidad de poder ayudar, de aportar algo positivo. Y quizá esto último fue «el talón de Aquiles» de mi proyecto. Sentía que no aportaba grandes cosas positivas. Sí, si lo miras desde otra perspectiva desde luego puedes considerarlo como un trabajo agradecido y positivo, pero mi forma de verlo no era así.

Así que yo no me cerraba a la idea de poder seguir generando nuevas ideas, ya que al fin y al cabo quería como objetivo, que «Catapulta Tus Ideas» fuese mi trabajo convencional para poder después invertir en ideas algo más rompedoras y que realmente pudieran generar ese impacto positivo que tanto quería incluir.

A mediados de 2017 me inscribí a un evento en el que tenías que «crear y poner en práctica» una startup en un fin de semana y con un equipo de personas desconocidas. Bajo esta premisa el evento es «Startup Weekend» y es muy conocido por todo el mundo.

La idea de participar me seducía y aunque no tenía muy claro con qué idea ir, sabía que podía formar parte de algún equipo y poder aportar mis conocimientos.

Para ese año la temática estaba enfocada en «gastronomía y turismo» y salieron bastantes personas a ofrecer su idea a los asistentes y a partir de ahí se creaban los equipos y comenzaban a desarrollar la idea, para que al acabar el domingo, presenten todo el contenido a un grupo de jueces que designarían las ideas ganadoras.



Yo iba con una pequeña idea, pero nuevamente el miedo a hablar en público y equivocarme o quedarme clavado hizo que mi culo no se despegara de la silla en ningún momento, así que me quedé sentado escuchando las propuestas de los otros asistentes.

Nos reunimos unas cuantas personas y le dimos una pequeña vuelta a la idea original de la persona que aportó la idea de la startup, y juntos nos enfocamos en crear una marca que hiciera dulces sanos para deportistas. Altos en proteínas y cargados de nutrientes, nuestro primer dulce era un tierno y sabroso muffin proteico.

La marca la bautizamos como Fit-Sweet, y durante dos días sin descanso nos pusimos a crear la propuesta de valor, a diseñar la página web y validar la idea hablando con gimnasios y boxes de Crossfit. Elaboramos los dulces en el mismo lugar donde estábamos participando en el evento, la escuela de hostelería de Sevilla, y a las personas que probaron los dulces, les gustaron mucho. Todo ello lo grabamos para después presentarlo a los jueces.

Presentando la idea a los jueces y donde fuimos a varios boxes a dar a probar nuestros muffins.


Recuerdo muy bien que una parte de mí quería hablar del proyecto delante de los jueces y compartirlo con todo el mundo, sin embargo, el hecho de hablar en público es algo que siempre me ha aterrado. Hasta para salir a la pizarra en clase me hacía cagarme de miedo.

Me encontraba en la dicotomía de hablar o no hablar, y esa sensación la conozco bien porque cuando me encuentro entre dos decisiones, sino tomo la decisión de antemano rápidamente, entonces sé que me perderé divagando cuál es la mejor opción sin llegar a tomar una.

Al final, hablé un poco ante los jueces y aunque estaba realmente aterrado, con la voz temblorosa, casi cerrada, hablé un poco del proyecto. Mi mente tan controladora y y estricta me hizo entender que los pocos minutos que hablé, lo hice fatal, en lugar de decirme a mí mismo que había hecho lo que había podido y debía estar orgulloso de haberlo hecho.

El momento que presentamos la idea y contesto, como puedo,
las preguntas de los jueces

La idea se hizo muy popular e incluso atrajo la atención de personas que se dedican al mundo de las startup. Finalmente, llegó el momento de presentar la idea a los jueces. Cada equipo presentó su idea y todo lo que había hecho. Fue una competición muy dura, recuerdo que había ideas verdaderamente potentes.

La idea ganadora tuvo polémica porque escuchamos que la persona que la creó ya traía todo el trabajo hecho de casa realmente, en diferencia a la propia temática del evento, de reunir personas desconocidas y hacer de una idea algo tangible en menos de 72 horas. Aún así, era una idea muy potente y tuvo un merecido primer premio.

En nuestro caso, nos llevamos el 2º premio y también el premio del público. Hicimos piña con nuestro equipo y llegamos a tantear la posibilidad de llevar la idea a cabo y hacerla realidad. Sin embargo, finalmente cada uno comenzó a distanciarse del grupo y la idea se quedó en el olvido. Un final algo triste pues había gente realmente interesada en sacarlo adelante, pero entre nuestra inexperiencia, quizá la falta de compromiso por nuestra parte y el hecho de que cada uno tenía sus propias cosas en su vida, hicieron que nos desentendiéramos de ello.

La misma noche en la que se anunciaron los ganadores, nos regalaron un tour por toda la ciudad con los típicos autobuses de doble planta que tiene toda gran ciudad, y culminamos la celebración en un local de música y con la entrega de premios y algunas palabras de aquellas personas que querían compartir en público.

En mi caso me sentía un poco decepcionado por mi participación a la hora de hablar con el jurado y los asistentes en el momento de presentar nuestra idea de negocio, sentí que había estado muy nervioso y que mis palabras era cuanto menos, convincentes, además de no poder pensar con claridad y no poder hablar realmente de lo que sale de mi mente, porque en esos momentos mi mente quiere estar pendiente de todo, controlar que todo está «bajo control» y me es imposible poder estar en todo.

No obstante, una pequeña fuerza emergió de mi interior para dedicar unas últimas palabras para todas las personas reunidas en aquel local a la hora de la entrega de premios.

Cabe decir que todo lo que sea hablar en público es algo que siempre me ha dado pavor, por lo que, el mero hecho de mirar a las personas a la cara, agarrar un micrófono y esgrimir un «buenas noches», para mí es un verdadero reto. Sin embargo, me atreví a dar unas palabras de ánimo para todos, y decidí plantarle cara al miedo.

Siempre me ha parecido verdaderamente admirable aquellas personas que derrochan magnetismo a la hora de hablar en público, aquellas personas que no se traban, que se les ve disfrutar de lo que dicen y no tienen miedo de mirar al público, a las personas, a los ojos. Honestamente es envidia sana lo que siento hacia las personas que hacen tan bien su comunicación en público, es algo que me he comprometido a mejorar en mi mismo y está en esta lista de miedos. Yo soy todo lo contrario a ese tipo de personas, y aunque sé que todo en esta vida es cuestión de ensayo y error, aprendizaje y repetición, aún me encuentro muy lejos de «disfrutar» de hablar en público.

El momento en el que le doy una patada a la vergüenza y hablo al público


Startup Weekend fue un evento que me hizo expandir mi mente en relación al mundo de las empresas, los proyectos, el emprender, crear equipo, validar ideas de negocio y una ristra de más cosas que, en definitiva, eran realmente positivas. La experiencia fue increíble. Si te gusta el mundo emprendedor, definitivamente debes apuntarse a alguno de sus eventos que suelen realizarse en grandes ciudades.

Después de ello, estuvimos en conversaciones de hacer realidad la idea y comenzar a trabajar en un obrador, pero la idea fue perdiendo fuerza con el paso de las semanas y se quedó en eso, una idea. Aún así, la enorme cantidad de experiencia adquirida era tan valiosa como el oro.

Tras ello, continué trabajando en mi proyecto, Catapulta Tus Ideas. Algunos trabajos llegaron y colaboré con alguna marca para mejorar su estrategia de marketing digital y mejoras en algunos aspectos de branding.

Pasaban los meses, encargué algunos trabajos, pero seguía sin ser suficiente, al mismo tiempo no me sentía realizado con la labor que hacía. Ahora sé qué ingredientes son indispensables para hacer funcionar un negocio, sin embargo, con 22 años y aún muchas cosas por descubrir, reconozco que me faltaba reunir más conocimientos y sobretodo, desarrollar una mentalidad basada en el trabajo duro, la resiliencia, la disciplina, las metas a largo plazo y muchas otras cosas. Pero estaba muy lejos de ello, y la ansiedad que me producía al ver quee las cosas no llegaban, sumado las pocas capacidades que poseía, hicieron que fuera perdiendo fuelle e intensidad para proseguir con mi pequeño negocio. También veía que aún me faltaba por añadir ese ingrediente tan especial que quería añadir, servir de alguna utilidad positiva al mundo. Y «Catapulta Tus Ideas» carecía de ese ingrediente básico para mí.

Era duro, pues me encontraba muchas veces solo, me faltaba mucha fuerza de voluntad y coraje para poder seguir con la idea y no permitir que las dudas o las comparaciones decidieran sobre mí.

También entendí que, aunque me gustaba mucho el mundo del marketing, no lograba «disfrutar» aplicando mis conocimientos para otras empresas. Quizá esta afirmación era fruto del miedo, pero lo que si tenía claro era que muy pronto iba a soltar mi negocio.

Nunca sabré si fue la decisión correcta o incorrecta, sin embargo, fue la decisión tomada y la que me ha llegado a estar hasta donde estoy hoy en día, en pleno enero de 2025 mientras escribo estas palabras.

Dejé de lado el marketing digital para empresas para dedicarme al mundo de las startups, que a fin de cuentas, van de la mano.

Definitivamente era un mundo apasionante y sabía que en algún momento quería crear una empresa, una startup (más aún después de haber participado en el Startup Weekend), algo que aportara algo positivo a este mundo. Siendo honesto, el tema del marketing digital y Catapulta Tus Ideas en mi cabeza estaba el hecho de que se convirtiera en «el trabajo que da estabilidad» para poder invertir después en crear una startup.

Llegó 2018 y continué invirtiendo el poco dinero que ganaba en más formación. Me gasté miles de euros en cursos y formaciones 1 a 1 para seguir progresando y poder esbozar esa gran idea que tanto anhelaba tener, pero parecía que no llegaba.

Apenas me quedaban ahorros, y dejé Catapulta tus Ideas, por lo que decidí darme de baja como autónomo y volver al mundo asalariado. Mientras compaginaba trabajo con formación, comencé a desarrollar otro proyecto. Esta vez, me ilusionaba mucho más que el anterior pues se trataba de algo que realmente podía impactar de forma positiva para muchas personas. Una idea que, pese a no hacerla realidad, la trabajé por varios meses, incuso teniendo el prototipo de pulsera que iba a ser «el producto en sí».

Otra vez el miedo, la vacilación, la duda, la resistencia, el temor a el qué podría suceder, se apoderaron de mí y dejé la idea en el cajón de los recuerdos. Aunque siendo sincero algo me dice que en un futuro próximo aparecerá de nuevo la idea, pues las bases ya están diseñadas, ahora falta ponerla en práctica. Pero esto será más adelante si cabe.

Seguía invirtiendo en formación y volví a gastarme miles de euros en formaciones cómo la que impartía Franck Scipion, The Power MBA e incluso compré de «cómo hacerse coach». Total, un sinfín de cosas pero que carecía de un proyecto sólido para realizar.

Mis esperanzas en emprender estaban en sus niveles más bajos y volví a entrar en una crisis existencial, de las que ya me conocía, pero esta vez me encontraba más que nunca sin un rumbo. Con ganas de crecer, de crear, de sacar adelante cosas, pero sin un rumbo, me encontraba perdido (me grabé un pequeño video en esa época y que puedes ver aquí abajo).


Si bien es cierto, a lo largo de toda mi vida y de forma intermitente he tratado de crear contenido, paralelamente a crear un proyecto de empresa, desde pequeño hacía vídeos por diversión y de más adulto los hacía porque la idea de poder crear contenido era algo que realmente resonaba conmigo desde pequeño también. No obstante, al crear contenido, vídeos y demás de forma intermitente nunca había sido un proyecto verdaderamente sólido, por lo que también centraba mis esfuerzos en seguir creando un proyecto empresarial.

Eran finales de 2018 cuando mi padre me ofrece trabajar en el ámbito del marketing para su grupo de empresas el cuál acepté y agradezco haber trabajado en ello. Estuve en un pequeño equipo el cuál nos dedicábamos a crear nuevas marcas que, bajo las órdenes de mi padre, quería crear.

Así que estuvimos trabajando en branding, diseño y marketing digital para nuevas empresas relacionadas con la alimentación. Fueron meses de duro trabajo, y después de ello, decidí dejar la empresa de mi padre.

También en esas mismas fechas fue cuando cobró vida este proyecto, «50 primeros miedos» y añadí mis primeros retos a la lista.

Cómo el mundo del cine me ayudó a emprender de nuevo

Los siguientes años me embarqué en cuerpo y alma en el mundo de «especialista de cine» y que se puede ver en el número 15 de esta misma lista, y no fue hasta 2022 cuando vuelvo a alimentar mi energía emprendedora.

Ya estaba trabajando como stuntman y cada día entrenaba en el centro de formación, y para ello, mis sesiones de pesas estaban marcadas por utilizar pesas rusas o kettlebells. No habían muchas mancuernas, en cambio, si había un buen juego de esas bolas de metal con asa.

No sabía cómo utilizarlas pero en resumidas cuentas, acabé aficionándome a ellas hasta el punto de querer comprar mi propio juego para casa. Cómo muchas otras herramientas, te das cuenta de que hay diferentes categorías para algo que va a hacer la misma función. Están las herramientas baratas, las caras, las que no duran nada, las que duran para siempre…

Eso mismo también pasaba con las pesas que yo quería para mi casa. Encontraba marcas de todo tipo pero no una en concreto que tuviera lo mejor de lo mejor. Bueno, sí, si la había pero se encontraban en territorio estadounidense.

Así que decidí traer esa misma calidad, tan bien hecha, al mercado Europeo. En lugar de comprarme unas para mí, creé mi propia marca, me metí en el mundo de las importaciones y volví a convertirme en propietario de un pequeño negocio.

Pasé meses trazando la idea y lo primero que tuve que hacer fue salir del mundo de especialista de cine muy a mi pesar.

Aunque me encantaba el mundo del cine y pretendo retomarlo, lo cierto es que mis ingresos eran muy irregulares, y si pretendía ir en serio con este proyecto, necesitaba ingresos regulares por dos grandes motivos:

El primero, si tenía que pedir un préstamo (cosa que no quería pero necesitaba contemplar) entendía que era mucho más fácil obtenerlo con ingresos regulares que irregulares. El segundo, la previsión de saber que todos los meses generaré «X» cantidad y eso hace que pueda organizarme más eficientemente.

Le di un punto y a parte al mundo del cine y busqué un trabajo que pudiera ayudarme para forjar mi nueva marca de material deportivo. Conseguí dicho trabajo y por varios meses tracé todo lo necesario para diseñar y pesas rusas que fueran verdaderamente buenas y duraderas.

Para este nuevo desafío no solamente tenía que darme de alta como autónomo, otra vez, y volver a realizar trámites burocráticos que, desde mi punto de vista, son algo difíciles de rellenar. También necesitaba más dinero del que poseía y pedir un préstamo era algo que no estaba en mi cabeza porque, honestamente, pedir un préstamo es algo que me aterra. Hay personas que lo ven como una oportunidad, una forma de «obligarte» a prosperar. Desde luego, no seré yo quien diga que esa afirmación es falsa, de seguro hay quien siente una deuda como una motivación por avanzar. En mi caso, es más bien todo lo contrario, una carga, una bola de hierro que junto con una cadena se une a mí y me tiene bien agarrado por la pierna.

Detesto las deudas, y verme envuelto en una era meterme de lleno con un nuevo miedo. A estas alturas ya me di cuenta que los miedos son como peldaños de escaleras, y siempre hay nuevos peldaños a los que verles la cara y enfrentarse a ellos.

Tenía otras alternativas pero muy lentas en comparación al préstamo, así que decidí pedir un crédito que, a las dos semanas, devolví para pedir uno aún más grande. Tonto de mí por no pedir más, pero de los errores es donde se aprende, ¿no?

Finalmente adquirí el préstamo y pude empezar a construir mi nuevo proyecto ladrillo a ladrillo.

Una imagen promocional de la marca

No fue un camino nada fácil poder llevar un negocio, mientras tienes un trabajo que te ocupa seis días de la semana, y una relación que en esos momentos, yo me encontraba en España y ella viviendo en Australia, sin perspectivas claras de quién se movería para poder estar juntos. Fue una época realmente difícil pues había depositado mucha energía en el proyecto, y también derrochaba mucha, pues mi falta crónica de disciplina y templanza conseguía que me pusiera en modo «descanso» cuando realmente tenía que poner toda mi piel en el proyecto.

No puedo excusarme tampoco, sin embargo he de reconocer que entre el trabajo de asalariado, lo difícil que es manejar una relación a distancia cuando llevas cerca de un año sin verte con tu pareja añadido a los problemas que ello conlleva, la poca vida social que tenía y los quehaceres del día a día, tampoco eran los ingredientes perfectos para alimentar el ansia de poder seguir trabajando en el proyecto.

Evidentemente algo en esa ecuación tenía que salir, era inviable manejarlo todo al momento.

Así que llegó un momento, un punto de inflexión, donde o continuaba invirtiendo en el proyecto y seguir potenciando, o salía para ir a por otros objetivos (uno de ellos el que siempre he amado, crear contenido).

Ciertamente, estaba quemado por llevar dos años sacando adelante el negocio y siguiendo teniendo un trabajo de asalariado para pagar facturas, además de cometer muchos errores por el camino y que no reniego de ellos, pues gracias a los errores he aprendido mucho.

Había agotado todas las existencias y tomé la decisión de parar, coger toda esa experiencia que reuní en dos años y depositarla para futuros proyectos. Ahora puedo afirmar que gracias a todos los miedos que han aparecido estos años, a la hora de emprender, y que he tratado de enfrentarme a ellos, la mente logra expandirse hasta el punto que lo que antes lo ve como algo «difícil», ahora lo ve «fácil». Y puedes sentir como se abren nuevas oportunidades a ti y que tu mentalidad se ha transformado, ahora se ha vuelto más resiliente y capaz.

Como conclusión, diría que en estos 10 años en los que he estado tratando de emprender, se podría decir que acumulé una larga lista de intentos fallidos, si por fallar se entiende el lograr un éxito económico o crear y mantener algo que dure, al menos, unos años.

Pero, déjenme decirles que disto mucho de esta última afirmación que acabo de dar, y aunque evidentemente haya habido muchos momentos de pequeñas subidas y bajadas, de errores, y por supuesto, de fracasos, lo cierto es que he acumulado aprendizaje, valores y experiencia sumamente valiosos y que son acumulativos para lo siguiente que tenga que venir.

Y es que, el Mauri de 19 años que trató de crear «Ofertas Calidad Precio» no es el Mauri de 29 años actual, con una mentalidad mucho más desarrollada y experimentada. Y todo ello ha sido gracias a intentarlo, a fracasar, a sacudirse el polvo y seguir intentándolo una vez más.

Y a modo de conclusión

Si buscamos encontrar una «historia de éxito» en cuanto a éxito económico se refiere, lo cierto es que mentiría si dijera que alcancé dicho éxito. Si bien en algunos momentos he podido vivir de ello, creo que esta historia tiene mucho más que ver con la realización personal de uno mismo, y sobretodo, el éxito personal de una persona que, quizá, estaba predestinada a no emprender porque de base no tenía el suficiente valor para hacerlo, y a cada intento, ha ido sumando, o como ahora me gusta decir, sembrando.

No puedo hablarte de dinero, pero si puedo hablarte de cómo algo te frena, o peor aún, cómo algo que te da miedo, decide por ti desviándote por un camino que realmente no deseas, pero a tu ego y tu confort sí. Puedo hablarte con conocimiento de causa acerca de cómo el miedo afecta en tu vida y toma decisiones por ti.

Emprender no es más que algo que siempre ha resonado conmigo y al mismo tiempo, me ha dado mucho miedo. Estoy verdaderamente agradecido por haber tomado «el camino difícil» y no haberme dejado seducir, o al menos hasta cierto punto, por el miedo a lo que pueda pasar y haber tomado acción todos estos años.

Si te encuentras ante un momento en el que dudas, si siempre has soñado con crear algo, un proyecto, un negocio, puede ser que te suceda como a mí y te sumerjas en un mar de dudas que calarán en tus huesos y te harán dudar de ti mismo y que llegues a decirte «esto no es para mí». Déjame decirte que siempre fue para ti. Las circunstancias de cada uno son personales e intransferibles y quizá no puedas «tirarte al vacío» porque tengas responsabilidades, pero si realmente deseas mejorar en tu área profesional, siempre podrás dedicar un tiempo, el que sea.

Siempre encontrarás obstáculos, a estas alturas puedo decir que siempre hay obstáculos, pero detrás de ellos se esconde aprendizaje que te hará cambiar para siempre, y por ende, mejorar como ser humano y lograr aquellas cosas que uno realmente desea hacer.

Sigue adelante con tu proyecto, el que sea, verás que hallarás recompensas, económicas o personales, pero verdaderas recompensas.

























Filed Under: #50PrimerosMiedos

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